¿Cómo es posible que la calidad de la construcción no avance y siga estancada en soluciones poco eficientes?... Si sabemos que llueve con frecuencia, ¿cómo es posible que no se importen mejores soluciones de cubierta?
Por Jorge Losada. 24 junio, 2016.
Recientemente he leído que Piura es una de las ciudades que más crece del país. Quizá sea un dato conocido pero, dedicándome a la construcción, mi sorpresa ha sido mayúscula. ¿Cómo es posible que una expansión así no venga acompañada de nuevos materiales, tecnologías y técnicas que sí están disponibles al sur del país? Si de una parte se construyen miles de viviendas y, de otra, las oportunidades de negocio dependen del volumen del mercado, ¿cómo es posible que la calidad de la construcción formal no avance y siga estancada en soluciones poco eficientes o, cuanto menos, claramente mejorables? Al fin y al cabo, el esfuerzo pionero tornará en beneficio general a medio plazo.
De una parte, en la “Ciudad del eterno calor” deberíamos emplear —y exigir— mejores fachadas que aumenten el confort y reduzcan nuestro gasto. Existe infinidad de sistemas y, sin embargo, impera el tarrajeo. Además, si sabemos que llueve de vez en cuando, ¿cómo es posible que no se importen mejores soluciones de cubierta? ¿Por qué no se impermeabiliza bien y solo con las lluvias estacionales las viviendas ya sufren goteras y humedades? Y, por último, si la selva está apenas a unas horas, con una buena planificación, la madera podría aportar muchísimo en estructura y acabados. ¿Por qué no se industrializan los procesos y se comercializan buenos productos?
Pero es que la innovación ni siquiera alcanza a lo empleado comúnmente. ¿Cómo es posible que en esta ciudad no haya una industria ladrillera de calidad con variedad de piezas y acabados? ¿Y qué decir del sistema estructural? Si el ladrillo confinado es el responsable de la tugurización de muchos ambientes, deberíamos decantarnos por el sistema porticado que, aunque es algo más caro, redunda en mayor versatilidad, área y transparencia.
No acabo de entender que ahora no haya espacio para la innovación. No lo entiendo desde la oferta, y menos desde la demanda. ¿Ningún empresario avezado ve aquí el negocio? ¿Nadie aspira a más? ¿No podemos, siendo que es objetivamente bueno, convencerlos de que estos son los nuevos estándares? Cierto es que en este contexto hay que separar lo superfluo de lo necesario, pero tampoco podemos caer en lo miserable. De lo contrario, hipotecaremos el futuro de la ciudad con un parqué de viviendas deficientes.